Historias de personas refugiadas y migrantes

Carlos Salas Portillo

Migrante venezolano, 63 años.
Médico en República Dominicana.

Yo no creo en fronteras. Mi profesión me obliga a ver al semejante como un ser humano, no le pongo nacionalidad. La gente debe entender que no llegamos a quitar, llegamos más bien a colaborar, pero eso no es fácil.

Me da tristeza cuando veo que dicen que los migrantes somos un estorbo. Yo en Venezuela atendí a chinos, dominicanos, franceses, portugueses. Y nunca tuve una diferencia hacia ellos.

Me llamo Carlos Ernesto Salas Portillo, tengo 63 años. En mi país yo era médico, radiólogo, intervencionista y hemodinamista y docente de la Universidad Central de Venezuela. Aquí en Dominicana lo que hago más es docencia en especialidades de imaginología, pero no puedo ejercer.

El ejercicio de la medicina es restringido por una cédula. Si no tienes cédula, no tienes derecho a revalidar. Si no tienes derecho a revalidar, no tienes derecho a hacer las pasantías de ley para que vean el ejercicio de tu profesión. Cuando pones tantos limitantes, a veces se agotan las instancias. Y ya uno, lo deja de intentar. Son siete años viéndolo.

En algunos sitios he podido laborar. Siempre me pagan un 50 o menos por ciento. He visto a mis colegas dominicanos vivirlo también.

Ahora formo gente en Dominicana, hay mucho que puedo aportar. Yo trabajo principalmente dando cursos de entrenamiento en sonografía o ultrasonido. Por dar clases aquí conozco todo el país.

La población humilde necesita esos servicios. Poder asistir a los pacientes, es una satisfacción indescriptible. Ver el rostro de un paciente agradecido que le mejoraste su calidad de vida, no tiene precio.