Historias de vida

José Gregorio Gómez

Migrante venezolano, 50 años. Vive en República Dominicana. 

Tomaron la decisión de migrar cuando a su hermano le redujeron a la mitad las horas de diálisis. Para José Gregorio Gómez ese fue el detonante. Tenía un taller de mecánica y de electricidad automotriz en el Estado de Miranda. Llevaba una vida cómoda hasta que empezaron a escasear los insumos básicos de aseo personal y la comida. “Teníamos dinero pero no había donde comprar las cosas”. El desabastecimiento y el temor de que su hermano no reciba su tratamiento, hicieron que José y su familia dejaran Venezuela. Viajaron a República Dominicana y se instalaron primero en Santo Domingo, la capital, y después en San Cristóbal, a pocos minutos de allí.

“No es sencillo el desapego pero son decisiones que hay que tomar. Uno no quiere dejar nunca la tierra, la familia, mi mamá y papá, mis hijas mayores. Ellas se quedaron esperando que el país mejore”. 

Ingresaron como turistas. Con el pasaporte, su hermano pudo acceder a las diálisis en el hospital público. Cubierta la salud de su hermano, José decidió poner otro taller de mecánica. “Todos los domingos nos reuníamos en el patio del taller con otros migrantes venezolanos. Hacíamos un sancocho, poníamos música venezolana, nos integrábamos. Un día hicimos un grupo de whatsapp, y así empezamos a buscar instituciones y nos constituimos legalmente como Fundación Migrantes Venezolanos en San Cristóbal, donde soy el presidente y mi esposa, la vicepresidenta”.

La base de la fundación es la inclusión social, la asistencia para venezolanos y dominicanos a través de jornadas de salud y comida, las capacitaciones para lograr su desarrollo. “Nuestro trabajo es representativo. Venimos a aportar y a integrarnos, no a quitar. Hay 84 organizaciones de venezolanos reconocidas, desde Canadá hasta Argentina, sabemos que la xenofobia es bien alta en Perú, Colombia y Ecuador. Gracias a Dios no hemos pasado por eso”. 

Como parte del proyecto “Ciudades Incluyentes, Comunidades Solidarias”, la fundación que preside ha recibido ayuda para capacitar a los migrantes en marketing, finanzas y legales. De los 950 venezolanos en San Cristóbal, cerca de la mitad está inscrita en la fundación. “El migrante se enfrenta a la adaptación social, económica y cultural. La integración social es un reto porque en República Dominicana el costo de la vida es alto. Es complicado. El perfil más bajo de los migrantes venezolanos aquí es un bachiller. Hay licenciados, magísteres, doctores”.  

Junto a otras fundaciones, José Gregorio ha trabajado en el Plan de normalización para refugiados y migrantes venezolanos en República Dominicana. Por eso atiende en una oficina en San Cristóbal, donde informa a sus paisanos para que se inscriban y regularicen su situación migratoria. “Dentro de los primeros beneficios del plan está poder realizar nuestra documentación aquí. Antes exigían ir al consulado del país natal. Eso fue un gran logro conseguido en 2020. Aquí hacemos cosas que nos llenan tanto o más de lo que hacíamos antes. Es una experiencia indescriptible. Estoy abocado a las asistencias, tanto para mis paisanos como para mí, porque todos tenemos necesidades”.