Historias de vida
Karla Ortega Baraona
Migrante con discapacidad, 45 años, intentó ingresar a EE.UU. Vive en Honduras.
Con la venta de membresías turísticas, Karla Ortega mantenía sola a sus dos hijos. Tenía 23 años. A muy temprana edad, se convirtió en madre de Angie y Luis, por lo que no pudo acabar el colegio. Luis, su segundo hijo, nació con una discapacidad cerebral. Con su trabajo cubría su tratamiento, pero de un día para otro, la empresa cerró y se quedó en la calle, sin liquidación. Intentó emprender un negocio de bananos, pero una serie de inundaciones imprevistas le impidieron progresar. Aplicó a una plaza como marino para salir de Honduras, pero no lo logró. Un día del año 2000, se encontró con un conocido de la familia que llevaba gente a Estados Unidos.
“Fue tal mi desesperación que me arriesgué sin pensarlo tanto. Mi intención era llegar a Los Ángeles, trabajar y mandar plata para pagar los estudios de mi hija y el tratamiento de mi hijo. Creí que iba a ser un viaje más tranquilo. Pero hubo demasiados peligros. En una ocasión nos metimos por unos terrenos baldíos, y salieron unos hombres con machetes que trataron de abusar de mí. Tuvimos que negociar para que no me hicieran daño. Me puse a orar. Fue una experiencia terrible”.
Karla no pensó que el viaje incluía subirse a un tren de carga en pleno movimiento. El día que le tocó hacerlo, caía una llovizna. “Lo miraba tan grande y lo veía imposible. No voy a poder, me dije. Tenía unos zapatos que no eran los adecuados para saltar. Iba cerca de las vías, el viento me tambaleó, me resbalé y luego no recuerdo más, algo se me bloqueó. El tren me empujó para atrás, el dolor era exagerado. La sensación era horrible, mis pies estaban volteados. Empezaron a auxiliarme y perdí el conocimiento. En el hospital de México, me amputaron una pierna”.
Con muchas cirugías, los médicos le salvaron la otra pierna. Karla estuvo varios meses internada antes de volver a Honduras. Cuenta que lloró toda una noche, que hizo una catarsis profunda antes de pedirle a Dios que le enseñara a vivir de una nueva manera. Cuando volvió a su país, le dijo a su familia que no quería lástima sino comprensión.
Hoy Karla es psicóloga, estudia un diplomado en Ciencias Políticas y ha sido candidata al Congreso. Como voluntaria de la Comisión Nacional de Apoyo a Migrantes Retornados con Discapacidad (Conamiredis), les habla a las personas que pasaron por experiencias similares o que buscan migrar. “Cuando una persona toma la decisión de irse, es muy difícil hacerla cambiar de opinión. Todos tenemos derecho a migrar, pero el tema es muy complejo. Desde mi experiencia, yo les hago ver el peligro, les digo que buscando la seguridad o bienestar podemos encontrar la misma muerte”.